Los primeros días de convivencia
La adaptación suele ser más sencilla cuando el recién llegado es un gatito joven, puesto que se mostrará sumiso con respecto al mismo y en ningún momento le plantara cara. Por último, puedes aprovechar unos días libres para vigilar las primeras tomas de contacto, así podrás controlarlos y evitar que el veterano se comporte como un tirano y haga la vida imposible al otro.
Una de las claves para que las cosas entre ellos funcionen será tu comportamiento. En este aspecto, los gatos se comportan igual que los niños cuando tienen un hermano, es decir, no quieren compartir tu cariño y atenciones con el recién llegado. Para solucionarlo en ningún momento debemos dejar de jugar con el gato que ya vivía con nosotros. Por ejemplo, le daremos la comida antes para que sienta que aún tiene el dominio. Esto no significa que dejemos al otro de lado, simplemente debemos encontrar el equilibrio entre ambos.
Evitando enfrentamientos
Por muchos años de buena convivencia que lleven compartidos, también llegarán los momentos de riñas. Durante las peleas es fundamental que sepamos actuar para que el enfado no llegue a mayores. Aunque parezca obvio, cuando dos gatos conviven es muy importante que lleven las uñas lo más cortas posibles.
Muchas veces sus juegos parecen peleas, por eso tenemos que estar muy atentos y prestar atención a su lenguaje corporal: el pelo erizado o la posición de las orejas nos deben poner en alerta. Para que la convivencia no se convierta en un infierno se aconseja esterilizar a los gatos. Si se pelean, sepárarlos con un objeto, por ejemplo una silla, y espera a que estén más relajados. En ningún caso utilices agua, puesto que sólo conseguirás irritarlos más.
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